sábado, 17 de enero de 2009

Poesía China II

El nacimiento de la escritura, en la mayor parte de las culturas, está vinculado a los rituales sagrados. Este carácter religioso ya se encontraba en el hombre prehistórico que decide adentrarse en una caverna para pintar bisontes, mamuts o ciervos, convencido de que este “ritual” le garantizaría el éxito en la jornada de caza de esos mismos animales. Si nos abstraemos del uso cotidiano que damos actualmente a la escritura, podemos imaginarnos la atracción mágica que los primeros hombres debieron sentir ante el hecho de poder fijar en tablillas de arcilla, caparazones de tortuga o pieles, signos que guardaban un misterioso vínculo con los elementos de la realidad que designaban, y las enormes posibilidades que les ofrecía de poder manejar esas realidades a su antojo en un mundo que se abría ante ellos: el de los significados.

Si hay una escritura que conserve en su propia naturaleza ese carácter sagrado, si duda ésa es la escritura china. La historia de la escritura china es la historia de una constante lucha por no convertirse en un mero soporte del idioma hablado, una lucha por conservar su propia autonomía y libertad. Hasta tal punto que la propia escritura se ha convertido en un arte: la caligrafía. Cincuenta mil caracteres frente a nuestras veintisiete letras son una clara muestra de ese afán de perpetuación contra la tiránica ley de la economía lingüística.

Si hay algo que nos fascina a los occidentales de esta escritura es su visualidad, independientemente del significado que lleve asociado. Es un error común pensar que los caracteres chinos son pictogramas; y, aunque es cierto que en sus orígenes sí reproducían icónicamente la realidad, en la actualidad son pocos los caracteres pictográficos. La mayoría son ideogramas (como es el caso de 中, que significa “centro”; o 国, que significa “país” que no es otra cosa que la unión del carácter del jade 玉, encerrado en unas fronteras 口, pues entienden los chinos que en todo país hay algo hermoso; precisamente si unimos ambos, 中国, estaríamos ante “China”, literalmente “país del centro” ) o fonogramas (indican el sonido, como nuestra escritura fonográfica).

A pesar de todo lo dicho, la poesía china no ha escapado a las posibilidades polisémicas que ofrece su visualidad. Muestra de ello es el siguiente verso del célebre poeta Wang Wei, explicado con detalle por François Cheng en La escritura Poética China (editorial Pre-Textos):





La traducción sería: “En la punta de las ramas, flores de magnolia”. Los propios caracteres nos muestran visualmente el proceso de florecimiento de la flor de magnolia. Así, al principio tenemos el árbol desnudo 木 en cuya punta aparece el primer brote (añadiendo un trazo más) 末; el tercer ideograma muestra el capullo, que eclosiona en el cuarto, mostrando la plenitud de la flor en el quinto y último.

Sin embargo este verso no sólo muestra ese proceso de florecimiento, sino que tiene más implicaciones. Así, el tercer carácter contiene también el carácter de hombre 人. Mientras que el cuarto contiene el carácter de rostro容, que a su vez contiene boca 口(“hablar”); finalmente el quinto contiene el carácter化 que significa cambio: el yo, presente en ese proceso de florecimiento, siente la transformación del universo y, emocionado, compone un poema. “La eclosión de la flor es la eclosión de la palabra”.

No hay comentarios: